EL ENTRENAMIENTO DE UN HIJO
>> jueves, 24 de junio de 2010 –
Hijos

La mayor injusticia que podemos cometer como padres es enseñar a nuestros hijos a depender más de nosotros que de Dios. Ellos deben aprender a buscar a Dios por sí mismos, y nosotros debemos empujarles, en los momentos adecuados, para que salgan del nido espiritual. Para anticiparnos al fracaso, debe¬mos estar preparados para descender en picado, en cualquier momento, a recoger un pajarito confuso que se está cayendo a tierra.
Como es necesario y vital que ustedes como padres sepan cómo unirse a una guerra espiritual en nombre de sus hijos, y para sus hijos saber cómo defenderse ellos mismos, de ahora en adelante observaremos ambos aspectos exactamente tal como tienen que desarrollarse en la vida de los padres y de los hijos, desde una con¬cepción espiritual.
La concepción espiritual sucede cuando Dios crea un alma. Romanos 8:29 confirma que Dios sabía y conocía a los que serían sus hijos antes de que la tierra fuera creada. Por lo tanto, sus hijos han sido escogidos cuidadosamente por su Creador para ser santi¬ficados (o sea, escogidos para un propósito especial) y para ser sus hijos (Jer. 1:5). Cuando nuestro Creador santificó a nuestros hijos, ¿para qué los escogió? Romanos 8:28-30 nos da la respuesta: para llegar a ser semejantes a Cristo, con el secreto propósito de sacarlos del pecado y limpiarlos de corrupción moral.
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.

¿Qué aprendemos de estos pasajes estratégicos?
1. Dios conoció antes a nuestros hijos, significa que Él los escogió y los conoció antes de que se formaran en el vientre de su madre.
2. Dios predestinó a nuestros hijos, significa que decidió de antemano que serían conformes a Jesús, esto es, se asemejarían o se harían a imagen de su Hijo, Jesús.
3. Él llamó a nuestros hijos, puede significar que los nombrara, pero desde luego lo que significa es que Él hizo sus planes para ellos y está implicado en sus vidas para que cumplan esos planes.
4. Él justificó a nuestros hijos, esto es, los declaró rectos.
5. Él glorificó a nuestros hijos, significa que les está haciendo a su imagen y que algún día les dará nuevos cuerpos que no sean re¬ceptivos al pecado. John Piper escribió: “Así que para Pablo, cuando dijo en Romanos 8:30, ‘a los que justificó, a éstos también glorificó’ quería decir que Dios obra para asegurarse de que aquellos a los que justificó pasaron de un nivel de gloria al siguiente (santifica¬ción) y que finalmente alcanzan la perfección con cuerpos nuevos y gloriosos semejantes al de Cristo (He. 12:23; Fil. 3:21). Así que su progresiva santificación —convertirse en semejantes a Jesús— es tan segura y está tan firmemente planeada y obrada por Dios como lo está su elección, predestinación, llamamiento, justificación y gloria final”.
Todos esperamos escuchar las palabras que encontramos en Mateo 25:21, “Bien, buen siervo y fiel”, pero me fascinaría más aun escuchar a mi Padre en el cielo decirles eso a mis hijos.
Cuando se hayan dicho todas estas bendiciones, nuestros hijos todavía tendrán la opción de aceptar a Jesucristo como su Salvador e intimar con Él o dar la espalda a estas bendiciones. Que nuestro Padre los haya escogido no elimina la libertad que tienen para elegir a quién servir. El papel de los padres, pues, es entrenar a los hijos para Cristo desde el momento en que saben que Dios les ha pedido que conciban un hijo y que lo eduquen.
Una vez que los padres saben que Dios les ha confiado la responsabilidad de un hijo, deberían empezar a orar pidiendo mediación, desarrollo y propósito para la vida de sus hijos. De la misma manera, deberían ellos mismos someterse al consejo de Dios res¬pecto a cómo preparar sus corazones para incrementar este don.
Hace años estaba de moda que las madres que estaban esperando un hijo leyeran libros de autores eruditos, o que escuchasen a Beethoven o Bach durante el embarazo. Las investigaciones demostraron que al hacerlo la inteligencia de un niño se incrementaba. No puedo pensar en un erudito más grande que el Creador mismo.
Imaginen los fundamentos que colocarán como padres si leen la Palabra de Dios o si oran diariamente por su hijo no nacido, teniendo fe en que las semillas del crecimiento espiritual están siendo plantadas.
Quizá crea que es una tontería interceder o luchar por un niño que se está formando dentro de usted o en el vientre de su esposa, pero le aseguro que Satanás no quiere que ningún otro niño sea concebido en un hogar cristiano.
Si cree que el enemigo de nuestras almas no tiene un interés especial por su hijo, está equivocado. Piense en el ataque directo contra la vida de Jesús después de su concepción (Mt. 1:18-19; 2:13- 18). Satanás a menudo empieza su ataque hacia los hijos santifi¬cados de Dios desde el momento mismo de la concepción. Piense en la cantidad de abortos naturales y provocados, en los niños pre¬maturos, y en las enfermedades infantiles que se producen cada año (el diablo no causa todas estas cosas, pero sí causa algunas, y se regocija con todas las demás).
No sé cómo identifica Satanás el potencial de Dios para cada vida humana. Lo que puedo pensar es en mí misma y en los golpes que me ha lanzado a lo largo de la vida intentando destruir mi fe.
Después de descubrir que estaba embarazada de mí, mi madre empezó a tener fuertes dolores abdominales y tuvo que salir corriendo hacia el hospital. El doctor le explicó que yo era un emba¬razo extrauterino y que sería necesaria una operación para extraer el embrión (yo) y poder así salvar su vida. Ella aceptó hacerlo, pero Dios tenía otros planes, e intervino de un modo que solo Él podía hacer. Él sabía los planes que tenía para mí, planes para bien y no para mal, un plan para impulsar mi crecimiento, no para impedirlo (ver Jer. 29:11). Milagrosamente, cuando el doctor practicó la operación, descubrió que me había movido desde las trompas de Falopio hasta el útero de mi madre sin ningún problema. Nací ocho meses más tarde.
A Satanás no le complació que yo sobreviviera. Ha intentado sin éxito borrarme del mapa. Por lo tanto, poco después de que naciera vino a mi vida a través de los malvados deseos de otras personas que robaron mi inocencia y cometieron conmigo todo tipo de abusos. Fui violada por un miembro de mi familia y un vecino, y mi padre me maltrató física, emocional y verbalmente. Para hacer las cosas todavía más complicadas, mi familia estaba inmersa en varios aspectos del ocultismo. Como yo no tenía la capacidad de razonamiento para enfrentarme a una educación tal, me vi abocada a distintos comportamientos arriesgados y a pecados clamorosos en todas las áreas de mi vida. Pero Dios es fiel. Tenía otros planes para mí.
Entregué mi corazón a Jesucristo como mi Salvador cuando tenía veinticuatro años. En ese momento me habría reído ante la posibilidad de que Dios pudiera utilizar a una niña herida como yo para enseñar a otros, pero lo ha hecho, excediendo totalmente cualquier cosa que yo hubiera podido imaginar para mí o para los demás. Debido a la crueldad de los ataques contra mi vida y debido a que enseño sobre guerra espiritual — compartiendo las herramientas de Dios para liberar a los creyentes de las ataduras del enemigo— no puedo evitar preguntarme si el demonio se dio cuenta, hace tiempo, de que yo tenía un llamamiento especial y que necesitaba destruir esta semilla antes de que floreciese.
La buena noticia es que los planes de Dios son más grandes y mejores, más poderosos y resistentes que cualquier ataque que el enemigo pueda lanzar en contra de un niño. Mis padres no se volvieron hacia Dios en mi nombre pidiendo e intercediendo por mi vida; así que mi Padre celestial fielmente asumió el papel. Hará lo mismo si se trata de la vida de su hijo, pero no quiere hacer esto sin contar con sus siervos humanos. Primero y ante todo, es nuestro deber, derecho y responsabilidad como padres enseñar, capacitar y luchar por nuestros hijos.
Padres, permítanme compartir con ustedes una de las declaraciones más profundas de la Biblia para que resuene la trompeta en vuestros corazones en este tema. Cuando el pueblo de Ester se enfrentaba a la destrucción inminente, “limpieza étnica”, Mardoqueo le dijo:
No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?
ESTER 4:13-14
Piense en ello. No fue suficiente para Ester creer que Dios protegería a su pueblo terrenal, ella tuvo que actuar en su nombre. De la misma manera, no es suficiente para nosotros creer que Dios vigilará a nuestros hijos, debemos actuar en su favor, con fe, con¬fiando en que el Señor utilizará nuestras acciones para proteger a nuestros hijos e hijas y llevarlos hacia una relación plena con Él.
Adaptado del Libro Mujer de Propósito