INDIVIDUALIDAD EN EL MATRIMONIO
>> lunes, 13 de septiembre de 2010 –
matrimonio
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhF0IJtjr7flweRTEbwRTLlDAYrXJvvCsgK4eKQnDs_ul7bbs10BV5iPDC1hHmCGbPU_RVAN37ZarQ1RmlxgxdeiJFpd-CUk5cfuEdyLlVZQTgGRV4odqHSmktUKh6mPpxUIgE65CmZo4Fb/s320/pareja-brava.jpg)
Para tener una verdadera conexión con los demás es necesario tener una verdadera conexión con uno mismo. Uno de los aspectos primordiales de la individualidad es saber lo que uno siente sobre diferentes personas, acontecimientos y circunstancias en la vida.
Un segundo aspecto de la individualidad es saber lo que uno piensa. ¿Cuántas veces le han preguntado lo que usted piensa y sólo puede responder diciendo “No sé”? Por supuesto que sabe, pero compartir sus opiniones con los demás puede requerir trabajo, por no hablar de cierto grado de riesgo.
Otro aspecto de la individualidad es saber lo que uno quiere. Si ha estado obsesionado con complacer a los demás, probablemente espere que ellos le lean la mente. Por desgracia, esa manera de pensar está destinada al fracaso. Si a usted lo han criado con una personalidad complaciente, tal vez no sepa cómo se siente, lo que piensa ni lo que quiere. En particular, tal vez se haya obsesionado con la felicidad de su pareja. Si su cónyuge es feliz, usted es feliz. Si su cónyuge está triste, es posible que usted esté triste. Después de años en que su autoestima ha dependido de los demás, ejercer su propia individualidad puede ser muy amedrentador.
Elisa esperaba que Miguel fuera todo para ella, en vez de asumir la responsabilidad de su vida conservando amistades y llevando a cabo actividades propias. Esperaba demasiado de Miguel, más de lo que él podía dar. Miguel y Elisa tuvieron que volver a crear su relación. Tuvieron que conversar acerca de cómo sería un matrimonio en el que cada uno disfrutara de actividades individuales y luego se juntaran para cultivar una amistad especial. Eso ocurrió, pero produjo mucho dolor. Elisa pasó por un período en que dudaba de sí misma y se desalentaba antes de encontrar la manera de pedir lo que necesitaba sin sofocar a Miguel. Miguel tuvo que encontrar la forma de dar más de sí mismo a su matrimonio al tiempo que disfrutaba de los frutos de una carrera. A veces se ofendían mutuamente y tenían que abordar sentimientos heridos y malentendidos. Miguel y Elisa aprendieron lo que significaba la interdependencia, construyeron un fuerte vínculo juntos.
¿Cómo contestamos las preguntas sobre la interdependencia en una relación conyugal? ¿Cómo comprendemos a Dios cuando Él dice que las parejas han de unirse y que “serán una sola carne”? "Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne". (Gn. 2:24)
¿Desea Dios que rindamos nuestra personalidad a otra persona?
El patrón bíblico para el matrimonio no se lleva nada de nuestra personalidad. De hecho, el matrimonio que Dios diseñó nos ayuda a alcanzar nuestro pleno potencial. Es verdad que nada es más dulce que la imagen del matrimonio como Dios lo creó: dos personas viviendo como una sola carne para toda la vida. Pero ser “una sola carne” no significa negar quiénes somos.
El amor es el centro del matrimonio, y es el centro del mismo Dios. "Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios en él". (1 Jn. 4:16). Al mismo tiempo, el amor no es suficiente. La relación matrimonial necesita otros ingredientes para crecer y prosperar. Esos ingredientes son libertad y responsabilidad. Cuando dos personas tienen la libertad de disentir, tienen la libertad de amar. Y cuando dos personas juntas asumen la responsabilidad de hacer lo que sea mejor para el matrimonio, el amor puede crecer. Cuando no hacen eso, una de ellas asume demasiada responsabilidad y siente resentimiento por ello; la otra no asume suficiente responsabilidad y se vuelve egocéntrica o controladora.
Dos personas singulares construyen un matrimonio exitoso cuando se juntan en el vínculo del amor para crear algo maravilloso que no pueden lograr por sí solas. Para que eso ocurra, debemos ser responsables de nuestra propia conducta, no de la de nuestro cónyuge.
Del libro "CUANDO COMPLACER A OTROS LE HACE DAÑO"
David Hawkins