MAMÁ..."QUE TIENE DE MALO EL SEXO"






Kristin sufrió la transición a la adolescencia con algo de timidez. Cuando tuvimos “la charla” acerca de la relación sexual, Kristin no tuvo ninguna pregunta. Asintió con atención ante mis advertencias acerca de los predadores sexuales, los chicos cargados de hormonas y todos los riesgos de la conducta sexual durante la adolescencia. Quería protección.

A medida que Kristin se adentraba más profundo en la adolescencia, su confianza en sí misma creció y necesitó menos recordatorios y consejos de mi parte. En lugar de asentir de manera atenta ante mis advertencias, me ahuyentaba diciendo: “Ya lo sé, mamá. Ya lo sé”. Sin embargo, seguí recordándole los riesgos y las consecuencias de no esperar para tener relaciones sexuales. Nunca olvidaré la conversación que tuvimos durante la secundaria, la cual me permitió saber lo poco que le había enseñado acerca de la protección de la espera.

Cierta noche, una de las mejores amigas de Kristin la llamó a las dos de la mañana desde una fiesta y le dijo que estaba en problemas. Así que Kristin me despertó de mi sueño profundo para preguntarme si podía ir a buscar a su amiga. Un poco molesta porque mi noche de buen dormir desapareció, le dije a Kristin que podía ir a buscarla y traerla directamente a nuestra casa.

A la mañana siguiente, escuché la historia de la fiesta de la amiga de Kristin: la pérdida de la inhibición que la llevó a tener relaciones sexuales sin protección con un nuevo novio. La amiga de Kristin estaba aterrorizada por la posibilidad de un embarazo y quiso que Kristin la acompañara a “Paternidad Responsable” a fin de conseguir la píldora del día después.

A pesar de todo lo que creía acerca de la bebida en adolescentes, la relación sexual fuera del matrimonio y paternidad responsable, sentí compasión por la amiga de Kristin, quien estaba experimentando el trauma de no esperar para tener relaciones sexuales. Luego de mucha persuasión, la amiga de Kristin accedió a llamar a su madre y dejarla participar de la decisión. Una vez que se fueron la amiga de Kristin y su madre, solté un profundo suspiro de alivio y dije: “Cariño, estoy muy agradecida por ti y tus valores acerca de la relación sexual. Espero que veas que te proteges de todo este dolor y temor”.

Kristin guardó silencio durante un momento y luego preguntó: “¿Pero para qué me protejo?”.

Resistí el impulso de contarle un cuento de hadas: que un día llegaría su príncipe, etc. En su lugar respondí con sinceridad: “No estoy segura de tener una respuesta acertada para esa pregunta. Pero te prometo que volveremos a hablar de esto pronto”,

Kristin se encogió de hombros. Sin embargo, yo pasé bastante tiempo orando además de hablar con otros antes de contestar la pregunta de mi hija.

Mi respuesta tomó forma durante los días siguientes y se solidificó cuando Kristin llegó a casa y me contó más acerca de las consecuencias de la noche de fiesta de su amiga.

Su amiga fue a Paternidad Responsable y tomó la píldora del día después. Le dijo a Kristin que constantemente se preguntaba si habría matado a un bebé que ya crecía en su interior. Veía a su novio en el pasillo y se preguntaba qué pensaba de ella. Sospechaba que él y sus amigos la miraban de otra manera. Temía asistir a otra fiesta: le atemorizaba lo que su novio pudiera esperar y temía su propia falta de fuerza de voluntad.

Kristin me mostró una nota que su amiga le escribió durante una clase: “En realidad, creo que tener relaciones sexuales sólo me volvió insegura de mí misma y de los demás”.

“Eso es”, le dije a Kristin. “Para eso te proteges: para conservar la sensación de que creces en fortaleza, confianza y paz. Para saber que la persona que eres es un objetivo que vale la pena buscar, sin importar lo que diga o haga cualquiera”.

Durante los meses siguientes, me esforcé para notar las cosas que Kristin hacía o decía que revelaran quién era. Cuando le hizo una tarjeta a una amiga que atravesaba dificultades, le dije: “Eres una amiga leal y atenta”. Cuando terminó la temporada de gimnasia, aunque no le gustaba el entrenador, le dije: “Eres aplicada y puedes hacer las cosas que son difíciles”. Y cuando decidió terminar con un novio porque sabía que no tenían los mismos valores, le dije: “Eres valiente y estás llena de integridad”.

Esperar para tener relaciones sexuales protege a nuestras hijas no sólo de enfermedades, un embarazo y el desengaño, sino que las protege para desarrollar un sentido de identidad. El acto sexual en sí es una rendición de ti misma a otra persona.

Cuando una adolescente en desarrollo tiene relaciones sexuales, se pierde a a sí misma y puede tener consecuencias para toda la vida. Se pierde a sí misma antes de saber quién es en realidad. Se pierde antes de acumular elecciones y experiencias positivas que le digan quién es. Corre el riesgo de pensar que es tonta, que es un objeto, que es inferior o deseable sólo por sus partes corporales.

Cuando tu hija se gradúe del secundario, su mayor logro no será su diploma, ni sus premios, ni sus éxitos. Será su identidad. Esperar para tener relaciones sexuales protege su identidad en desarrollo. Le permite saber quién es. Significa que considera que vale la pena esperar, notar y desear todo su ser: cuerpo, alma y espíritu. Tu tarea, mientras espera, es advertir, disfrutar, alabar, respetar, afirmar y recordarle quién es.

Si tu hija ha fracasado o ha cometido errores, no es demasiado tarde para buscar pistas que te digan quién es en verdad. Y a medida que la veas a través del lente del amor y como aquello para lo que la crearon, ella comenzará a verse como alguien a la que vale la pena proteger.

Tomado del libro "Mamá que tiene de malo el sexo"
Sharon Hersh

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