LA UNIDAD DEL MATRIMONIO


"Esto explica por qué el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer para formar un solo cuerpo" Genesis 2:24 TLA


No se trata de un enfoque de carácter psicológico ni teológico; se trata de algo enteramente pragmático y por tanto, funcional.

El matrimonio es eso, un tratado entre dos partes que mantienen su individualidad aunque sean inmensamente diferentes entre sí. Las dos partes al unirse conforman una nueva unidad (que difiere a las otras dos) y por tanto, tiene identidad propia. No obstante, las dos partes (hombre y mujer) deben guardar su idiosincrasia o particularidad a fin de que esa unión, representada por el matrimonio, sea enteramente funcional.

Lo práctico siempre debe ser simple y en esta unión entre un hombre y una mujer, concebida por Dios desde el Génesis, no se puede ni debe obviar la simplicidad.

Dios, en Su conocimiento de la raza humana, busca simplificar ese convenio bilateral entre un hombre y una mujer (el orden no tiene ninguna relevancia) para que sea el matrimonio como institución, absolutamente funcional.

Obsérvese rápidamente el pasaje al inicio:
El hombre está comprometido u obligado a “dejar” a papi y a mami. Esta afirmación es casi anatema en nuestros días y en nuestra sociedad, aún en círculos cristianos. La simplicidad del matrimonio es esencial para que exista la funcionalidad. Esto exige la “no intervención” de otras personas y de manera muy particular, la de los padres, por más bien intencionados que sean. Nuestra sociedad latinoamericana sufre el embate de la participación de los padres y de las madres en los matrimonios de sus hijos. En gran número de ocasiones, los padres no renuncian a la responsabilidad rectora sobre sus hijos/hijas, después de que estos se han casado. Buscan continuar ejerciendo autoridad, dictando políticas y procedimientos y definiendo el curso de las vidas y conductas de los hijos e hijas casados. Tal situación no sólo es fatal sino, que impide el desarrollo de la identidad del nuevo matrimonio y evita que este llegue a ser funcional. Esto empeora cuando vienen bebés y corresponde a los abuelos cuidarlos. Quizás es esta una de las principales causas de los divorcios. Todo lo anterior aplica de igual manera, a la mujer.

Hombre y mujer están requeridos a unirse de veras. Es preciso entender y aceptar las reglas de esta nueva unidad para que sea funcional. Dios así lo conceptualizó. El matrimonio es una unidad propia en sí misma que requiere de fines, objetivos y metas claramente definidas y cuyos alcances requieren de evaluación periódica. Además, es una nueva unidad que demanda principios y valores que, en la mayoría de las ocasiones han de diferir de aquellos de los padres para conceder el paso a una nueva forma de actuar. Es decir, aunque parecidos, no pueden ni deben ser iguales. No existen fórmulas mágicas para nadie. Lo que sí existe en virtud de la Palabra de Dios, son los valores de alcance eterno, por ejemplo: el amor y el respeto mutuo, la entrega sincera, la integridad y la verdad, el perdón y la ausencia del engaño y la falsedad y así, muchos otros que se derivan de la enseñanza de las Sagradas Escrituras. Debe haber unidad espiritual en busca de una relación cercana con Dios por medio de la oración y el estudio de la Palabra de Dios, juntos e individualmente. Es un triángulo de amor que permite que entre más se acerquen los esposos al Señor en forma individual, más cercana sea la relación entre ambos. Debe también existir unidad física que conduzca a una relación sexual plena, en entrega mutua y en busca del placer pero, en absoluto respeto por la moral del cónyuge y por supuesto, que es necesaria la unidad en lo material y en las ambiciones, que deben ser siempre comedidas y realizables.

Finalmente, para que este convenio sea funcional, debe ser bueno para ambas partes. Tanto marido como esposa deben hallar satisfacción diaria en su relación por medio de una comunicación diáfana. No se debe dar nada por sentado. La declaración de amor del uno hacia el otro, nunca debe cesar. Es de suma importancia reafirmar al cónyuge en el amor y la entrega que se manifiesta en actos incondicionales de cariño y romance. La flor, el chocolate o el regalito que sirvan como expresión de la constante permanencia en el pensamiento de aquella persona que representa el objeto del amor. Es fundamental mantener encendida la llama del amor para que prevalezca el matrimonio como una entidad en donde hay paz y amor, donde las presiones cesan y donde los errores y los éxitos pueden ser ventilados, sin sentir amenazas porque hay seguridad y confianza en medio de las circunstancias.

Familias exitosas, existe para ayudar a matrimonios jóvenes y viejos a caminar sobre principios sencillos, que hacen de la vida en pareja una maravillosa experiencia a través de los años, en triunfos y en fracasos que convierten al matrimonio en una gloriosa aventura disponible a cualquiera y a cualquier edad. Una matrimonio feliz, es totalmente posible en tanto que se comprendan los propósitos de Dios y haya disponibilidad para seguir sus designios.
Adaptado de R. familiar. Autor: M. Pérez

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